domingo, 31 de agosto de 2014

A VECES TOCA SER PASAJERA (RECTA U OBTUSA) Y OTRAS CONDUCTORA (LLANA O AGUDA)

Angustias aguardaba junto a su maleta, la llegada de la guagua que le llevaría desde el sur de aquella isla alargada hasta el aeropuerto. Le acompañaba Guacimara con quien había pasado unos días  entrañables; su amistad se había forjado  a base de  compartir años de luz (con sus alegrías) y de sal (con sus tristezas)  y esa relación  se había convertido en un tesoro valioso  por el que sentía agradecida.
Angustias había hablado con Marcelo para que, a su regreso, fueran a pasear a la playa de arena negra que cuando llegaba la bajamar lucía impresionante. Anticipaba ese momento cuando miró el reloj y sintió un pinchazo de inquietud pues el tiempo avanzaba raudo y no había viso del ansiado transporte público. Tras comentar la situación con su anfitriona, optaron por tomar un taxi experimentando el alivio que supone resolver un imprevisto que deja de serlo gracias al todopoderoso don dinero. Por eso hay  una pequeña parte de la población mundial que si bien no es feliz, sí se encuentra calmada. Llegó el servicio solicitado y en menos de cinco minutos se encontraban Angustias en el asiento del copiloto, Guacimara acomodándose en el de atrás izquierdo y  firme al volante la  mujer madura de jovial conducir que tenía a gala ser la primera fémina taxista de la ínsula cuyo nombre auguraba una gran ventura.
Angustias escuchaba fascinada las historias que salían de una  Sherezade timonel que borraba con su narración los kilómetros que le separaban del aeródromo y le sumían  en una suerte de encantamiento en el que se contemplaba a sí misma duplicaba, al estilo del Millás de acá  y el  Millás de allá en la sorprendente “La mujer loca” de Juan José Millás (¿el de acá o el de allá?). Pero a diferencia de la tormentosa copia del célebre escritor, la de ella era serena.
Angustias atesoró las palabras que la profesional del volante desgranaba con naturalidad. Así nacieron personajes variopintos como el moroso huidizo que se introdujo subrepticiamente en la parte de atrás del vehículo, el sicario confeso que le perdonó la vida a la mujer chofer porque le había caído simpática o el pasajero que tras dar una dirección remota, salió del coche, pegó dos tiros al aire y retornó con absoluta tranquilidad tras ejercer de verdugo del aire.
Angustias pensaba en la gran cantidad de cuerpos que habían ocupado el lugar en el que ella ahora estaba; intuía que serían personas catalogadas como normales, con sus alegrías y sus pesares y que los protagonistas de las historias recién escuchadas eran la minoría que posibilita el anecdotario y la reflexión (solitaria o compartida) por su coqueteo y algo mas con el lado cóncavo del andar humano que es el que tiene la superficie mas deprimida en el centro que por las orillas.
Angustias al tiempo que llegaba a su destino, tras despedirse de tan animada compañía corría hacia la puerta de embarque, mientras Guacimara pagaba el importe del trayecto ; tras despedirse de su amiga, se dijo que hay personas que permanecen  de forma paralela a nuestro devenir creciendo y haciéndonos crecer, sin grandes algarabías mientras que hay otras personas  con quienes coincidimos  de forma tangencial  y a pesar de lo espectacular  de su presencia, solo quedan en el remoto desván de las hablillas.
Angustias, segura en el interior del avión, sospechaba que en el viaje vital a veces toca el papel de pasajera (recta u obtusa) y otras el de conductora (llana o aguda). Buena semana.





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