domingo, 10 de mayo de 2015

¡CÓMO CAMBIAN LOS TIEMPOS! ¿QUÉ TE PARECE?

Angustias tomó su cuaderno, regalo entrañable y artesano y escribió:
Telmo se acercó solícito a la mesa número cuatro donde un hombre y una mujer que rebasaban la treintena, estaban leyendo la carta que ofertaba el local al tiempo que intercalaban algún breve comentario en el mas sereno de los silencios.
Telmo en avanzadilla se persignó, como hacía cada vez que había de enfrentarse a una situación complicada y, mostrando una generosa sonrisa, se dispuso a tomar nota del pedido. Saludó y tras el genérico “¿Ya saben lo que van a tomar los señores?”, rezó para que la mujer contestara; en caso contrario era probable que él debiera dirigirse a ella y ahí empezaba su problema.
Telmo se preguntaba cuál sería el tratamiento adecuado; pues si utilizaba el, otrora común, señora, se arriesgaba a una corrección desde el desprecio; si, por el contrario, optaba por el diminutivo, la réplica podría ser igualmente reprobatoria. El caso es que Telmo no sabía cómo acertar en el trato sin que este fuera considerado maltrato dialéctico. Por esto buscaba las alternativas mas creativas en su decir lo femenino. En resumen desconocía cómo resolver su torpe confusión.
Llevaba muchos años desempeñando el puesto de camarero y había sido mudo testigo de los cambios habidos en la mentalidad de la población a través del observatorio que era su puesto de trabajo. Aun así se sentía mas perdido que Mauro Larrea a su llegada a Jerez, tal como describe María Dueñas en La Templanza.
Pasando el rodillo de la idealización del pasado convertido en un mundo de orden  y seguridad, Telmo amasaba recuerdos casi reales donde el ingrediente estrella era la simplicidad: “en mi época llamábamos al pan, pan y al vino, vino” – se decía.
Claro que Telmo no se planteaba por qué la identidad del comensal masculino estaba tan clara que no suscitaba duda alguna. Y menos entendía que los cambios  de mentalidad son difíciles de aceptar, presentan contradicciones, tardan en enraizar y sobre todo, que son inevitables. Todavía se sentía perplejo al recordar cuando meses atrás, una joven que celebraba su decimoctavo cumpleaños en ese mismo restaurante, ante su mas sincera felicitación acompañada de la coletilla “señorita”, respondió con un contundente “SEÑORA, por favor. Eso es lo que significa ser mayor de edad ¿Verdad?”.

Desde entonces, el bueno de Telmo tanteaba con suerte desigual y un sudor frío por la espalda, a la hora de nombrar lo que hasta ahora había sido innombrable. ¡Cómo cambian los tiempos!. Buena semana.


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