Angustias tomó su cuaderno, regalo entrañable y artesano, y
escribió:
Se aproximaba la fecha en la que la población iría a votar para determinar
quién organizaría la vida mas cercana en los próximos cuatro años. El calor se
adhería a las jornadas previas a los comicios como si de un invitado inoportuno
se tratara que, invasivo, no respetaba turno alguno y se hacía notar en todo momento.
El grupo que ocupaba una mesa en la concurrida terraza combatía la
canícula con unos refrescantes aperitivos. Debatía sobre el rumbo que iba
tomando la campaña electoral a la que se había entregado en cuerpo y alma.
Desde cierta distancia parecía que su interés era sincero y su preocupación
nacía de la honestidad, tal era la dedicación y el ímpetu que imprimía a sus
palabras.
Discurría el tiempo entre cambios de impresiones y bebidas
agotadas cuando el aire trajo el canto en principio, lejano y posteriormente,
monótono, de consignas reivindicativas. Como si de un resorte se tratara cada
uno de los miembros del partido que había elegido el lugar como punto de
encuentro se levantó dispuesto a incorporarse a la protesta ciudadana. Con el
ánimo exultante y la sonrisa
automáticamente instalada en el rostro , cada cuál se fue acercando a la marea
humana que estaba a punto de concluir una marcha iniciada 68 kilómetros atrás.
Cada quién ocuparía el puesto que la estrategia electoral diseñara y
rentabilizaría los metros que distaban del final de la marcha. Allí estarían
los medios de comunicación convocados que darían cuenta de la cercanía de los
representantes políticos a la población. Y es que estar, lo que se dice estar,
estaban. Las preguntas que no se harían serían cómo y desde cuándo. Buena semana.
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