Angustias tomó su cuaderno, regalo entrañable y artesano, y
escribió:
Mariana no podía girar el rostro;
la hinchazón apenas perceptible iba ganando terreno y en pocas horas, barbilla
y pómulo derecho lucían un púrpura que se degradaba hacia las tonalidades del
añil. Le dolía la zona inflamada pero le dolía aun mas el recuerdo del
accidente, en principio sin
consecuencias acaecido al comienzo de la
jornada. Solo con el paso del tiempo cambió la dimensión del mismo. Ocupaba el
asiento de copiloto cuando de forma inesperada la puerta de un camión se abrió disparando el retrovisor hacia el interior
del vehículo en el que Mariana se convirtió en parada involuntaria.
Pasaron las semanas y tras
tediosos y repetitivos trámites en la
sede de la aseguradora del responsable del accidente, Mariana fue compensada
económicamente lo que se tradujo en la reposición de las ventanas de su hogar
que clamaban por una urgente renovación. Mariana se sentía feliz a pesar del
dolor padecido.
Durante casi toda su vida, Mariana
se había instalado en la queja constante y nunca parecía que fuera a tener lo
suficiente, aun cuando los hechos probaran lo contrario. Era como si algo muy
dentro de ella le dijera, a veces con
tenues susurros y otras a grito pelado, que no tenía derecho al disfrute pleno.
Pero Mariana atravesó días,
semanas, meses y años en los que se empeñó nota a nota, en trocar su banda
sonora interna (al considerarla obsoleta)
por una mas dinámica, ligera y armoniosa. Abril se despedía con un chal ventoso
cuando Mariana ganó una lotería sustanciosa y un viaje transoceánico. Mientras
saboreaba un exquisito plato allende los mares sintió que el dial de su
interior sintonizaba la letra de una canción en cuyos acordes , todavía de
forma entrecortada, se reconocía la melodía de la apuesta por la vida plena con sus luces y
sus sombras. Al fin supo que era una joya única e irrepetible y como tal….valiosa.
Buena semana.
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