domingo, 3 de mayo de 2015

¡GUÁRDAME UNA CRÍA!

Angustias tomó su cuaderno, regalo entrañable y artesano, y escribió:
Julián apareció por el bar en el momento que se iniciaba la primera partida de dominó. Cada jueves acudía a la cita con una constancia  digna de Sísifo. Se repetía el ritual que contribuía a consolidar  el vínculo que semana a semana hermanaba a aquellos hombres de diversa condición.
Era llegar Julián y un contagioso movimiento abría bolsillos y carteras del que se extraían el dinero de la esperanza común, de la ilusión compartida. Alguna vez habían ganado algún pellizco pero en general su apuesta servía para enriquecer a desconocidos. De cualquier forma, esa meta sin alcanzar formaba parte del tinglado que abonaba el deseo de prosperidad.
Empezaba la primavera, la tarde se estiraba como gelatina rosácea  y Julián depositó los boletos en el mostrador a la espera de recaudar su equivalente monetario. Fue Anselmo quien de casualidad se fijó en la fecha de la apuesta que se correspondía a un sorteo ya jugado. Pensando que había sido una confusión se lo comentó a Julián haciendo chiste de la equivocación a lo que este respondió con sapos y culebras. Se elevó el tono de lo que se convirtió en discusión llegando a su punto álgido cuando los jugadores rebuscando en pantalones y chaquetas encontraron restos de loterías pasadas que en realidad nunca fueron presente para los que no salían de su asombro. Los insultos fueron la banda sonora que acompañó al pícaro del segundo milenio y la tristeza bailó con la rabia una coreografía de la decepción. Hasta ese momento Julián había sido uno mas pero estaba claro que en realidad nunca jugó en el mismo equipo de aquellos rostros maquillados con la mueca de la perplejidad. Calculaban los timados que la treta se venía perpetrando desde casi dos años con una sangre fría que hervía la sangre de los damnificados.
Julián salió haciendo aspavientos que basculaban entre el arrepentimiento y las surrealistas  excusas y que no cuadraban con la realidad; en el local el aire quiso volverse tiniebla envolvente, el suelo se hizo tierra movediza , los cristales de las ventanas se vieron golpeados por una extraña lluvia de tierra y la luz del atardecer alumbró sombras en busca de cuerpos y objetos.
¡Será machango! – dijo Anselmo mientras destrozaba los papeles, testigos de la felonía. A lo que contestó Heriberto ¡Guárdame una cría!, para añadir con voz contundente que no dejaba lugar a réplica ¿A quién le toca tirar?. Buena semana.




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