domingo, 8 de noviembre de 2015

ABSURDO Y ASTIGMATISMO

El paseo marítimo era dominado por una construcción resultado del sueño del arquitecto que la diseñó; anhelaba convertir el monumento cultural en el faro de la playa, de la ciudad costera, de la isla con nombre de grandeza; llevaba el nombre de un ilustre nativo,de fama mundial, que había destacado en el delicado y entrañable campo de la ópera.
En la acera que se desplegaba a su pies, una pareja daba vueltas en torno a la taquilla herméticamente cerrada y completamente a oscuras.
El fluir habitual de transeúntes  mantenía su ritmo ajeno a la desorientación del matrimonio entrado en años.
Él sujetaba un papel en la mano al que giraba con tal expresión de confusión como si una repentina amnesia le hubiera borrado cualquier vestigio de su lengua materna. Ella hablaba en modo eco, repitiendo la última sílaba dicha por él; a lo sumo su creatividad se expresaba en alguna que otra muletilla desgastada que en ocasiones quedaba a medio nacer.
El espectáculo cómico al que esperaban asistir amenazaba con convertirse en un drama absurdo; o bien ellos estaban en el lugar equivocado, o bien la representación se había fugado de la cita prevista.
Desde una vista panorámica parecían dos trompos girando sobre sí mismos sin orden ni concierto.
Volvieron a la taquilla y confirmaron en un cartel que se produciría la apertura dos horas antes del inicio de toda representación. Pero solo quedaban diez minutos para que se alzara el telón y no había ningún indicio, por leve que fuera, de que esto fuera a tener lugar.
Perplejos, se sentaron en un banco frente a la imponente construcción mientras la noche brillaba, indiferente a su situación.
Más que tristeza era desconcierto lo que se pintaba e su rostro; la incomprensión les maquillaba agrandando sus ojos, perfilando sus cejas alzadas y marcando un apretado trazo descendente en la línea de sus bocas.
Él seguía  a su papel pegado; ella seguía a su lado, en su decir y en su callar.
Se levantaron y se fueron, llevándose con ellos los plomíferos pasos de la decepción para, sin norte ni cualquier otro punto cardinal como guía,ser engullidos por la multitud de paseantes.
Él sentía que algo se le había pasado por alto y en un último intento por reconquistar la cordura desanduvo las huellas de sus zapatos acompañado por el deshacer del andar de ella.
Retornaron al espectacular teatro y contemplaron casi con reverencia la ventanilla abierta de la taquilla como si de una luz salvadora se tratara.
Raudos, fueron a dar con la empleada que, tras leer el papel casi devenido en papiro, les aclaró, diligente, que la fecha  impresa era para el día siguiente.
Ni él ni ella habían revisado la reserva digital porque no veían de cerca y habían dejado las gafas en casa.
Se fueron carcajeándose a modo de aperitivo de lo que anticipaban sería las risas de la representación futura. Con alivio y alegría pensaron que con frecuencia la comprensión del absurdo cotidiano suele pasar por la ATENCIÓN a lo que se tiene delante. Buena semana.




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