domingo, 29 de noviembre de 2015

EXTRAVAGANTE HERENCIA

Claudia constató   que la luz de ese día llegaba envuelta, una vez más, en el chal de la fatalidad. Notaba pesado, pétreo, plomizo, el aire que  respiraba. Claro que se guardó de expresar sus pensamientos por la misma razón que lo venía haciendo desde años atrás: pura pereza. Paulatinamente dejó de comunicarse con el resto de la humanidad; no hablaba con nadie; llegó hasta el punto de  no necesitar palabra alguna ni ser humano que la acompañara. Para eso tenía su espléndido terrario con cuatro serpientes magníficas.  Construyó un muro en su corazón y se hizo amante de la imaginación. A veces la sensibilidad a flor de piel le hacía percibir el más mínimo  aleteo de una mariposa en las antípodas , metida a persistente monitora de aerobic; otras, por el contrario,  encontraba serias dificultades para distinguir la línea que separa el sueño de la vigilia y deambulaba ajena a todo lo que respirara cotidianeidad. Y así día tras día.
Como cada jornada se deslizó cabizbaja y anónima por la calle mayor de la ciudad, en puro centro histórico, flanqueada por el constante fluir de la gente que, ajena, iba y venía.
No supo muy bien cómo fue que reparó en aquella figura; y aunque desvió, precavida y rauda, la vista cuando la mirada masculina apenas rozó su silueta, una vez más llegó tarde. El joven terminó convertido en una hermosa y esbelta estatua de piedra.

-¡Otra más para la colección!- suspiraba una resignada Claudia mientras increpaba por enésima vez a su abuela Medusa por tan extravagante herencia. Y así le iba, sin hacer nada echándole la culpa a la genética.Buena semana.


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