domingo, 1 de noviembre de 2015

MARIQUILLA MARILYN

Mariquilla, con el pelo sujeto con un coletero, tenía los ojos bañados por la rabia apunto de rebosar. Sabía que era cuestión de minutos que empezara a moquear; y, aunque se resistía no conocía otra forma de dar rienda suelta al enfado que día sí y noche también, había sembrado pequeños surcos en su frente. Pronto cumpliría los veinte pero lejos de celebrar la juventud se sentía una anciana.
Mariquilla durante años dejó de soñar  con ser popular o destacar por encima de las demás chicas. Se limitaba a cultivar la semilla del árbol de la amargura plantada tiempo ha cuyas desabridas flores daban paso a los frutos agrios, único plato de su triste dieta emocional.
Mariquilla no tenía el dedo anular de la mano derecha. Un desgraciado accidente hizo que se lo amputaran cuando estaba a punto de cumplir doce años. Tras el impacto inicial, familiares y amistades se volcaron en agasajar a la pobre niña que, abrumada por tantas atenciones, tardó en tomar consciencia de las consecuencias de la pérdida. Al ser diestra hubo de entrenarse en el nuevo manejo de su mano para escribir. A veces se le cae algún objeto pues no calculaba su capacidad de sujeción porque no estaba familiarizada con la vacuidad. Aun así Mariquilla había ido llenando los distintos huecos físicos y emocionales que la ausencia del miembro le suponía con mas o menos fortuna. Hasta ayer.
Mariquilla palideció  cuando su mejor amiga le enseñó su anillo de compromiso. Entonces surgió en su corazón un agujero negro que se tragó su esperanza. Ella nunca podría lucir un anillo en ese dedo. Otra cosa es que quisiese o no. Porque lo que a ella le importaba era que poder, no podía.
Mariquilla margulló durante varias estaciones por los profundos parajes del dolor: a veces se hacía la triste, a veces se hacía la loba. Y tras su paso quedaba flotando el aroma de la asfixiante desazón.
Mariquilla contaba entre sus aficiones con el seguimiento televisivo de cualquier competición ciclista de renombre : la Vuelta, el Tour o el Giro quedaban registrados en el calendario como fechas en rojo en las que en la franja horaria del mediodía no estaba disponible. Y fue precisamente en la competición cuyo recorrido incluía la subida a los lagos de Covadonga, cuando un primer plano, en apariencia insustancial, se le quedó grabado en la retina: un corredor asía el manillar de la bicicleta con unas manos protegidas por unos extraños guantes con tachuelas.
Mariquilla no supo qué pasó por su cabeza pero lo cierto es que dos meses mas tarde lucía en su mano derecha una suerte capucha sólida en el lugar en el que debía morar el dedo segado, graciosamente ajustada a la muñeca con pequeñas cadenitas que formaban la labra Marilyn. Anillos, alguno que otro de compromiso, se ajustaron, de forma temporal a lo largo de los  tiempos venideros,  en torno a aquel dedo reconstruido.
Mariquilla, ahora en su taller de joyas, recuerda la primera vez que le preguntaron por el significado de su diseño con tan cinematográfico nombre. Ante la expectante mirada del periodista se limitó a explicar desde la mas absoluta neutralidad:
"Pensé que si Mary se podría traducir en español por María, Marilyn podría significar Mariquilla."
 Y así era cómo se sentía cada vez que contemplaba su creación, como Mariquilla Marilyn. Buena semana.





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