domingo, 25 de septiembre de 2016

¡VIVIR, MANDA NARICES!


Doramas sacudió su corto pelo que requería poco tiempo para lucir espléndido .Esa era una de las ventajas de ser un trasquilado. Sabía que lo que hoy es moda, mañana incomoda por lo que asistía paciente al cambio de costumbres y continuaba su hacer diario sin prisas pero sin pausas. De rostro sonriente había heredado por parte de padre una ancha nariz que le proporcionaba, generosa, el oxígeno necesario para mantener un talante afable. También  atribuía a la amplitud de sus narinas la presencia de la intuición en su hacer cotidiano. Pues si bien le gustaba la reflexión, descubrió, llegando al cuarto de siglo, que existía vida más allá de la razón. ¡Y qué vida!
Doramas se entrenó, desde entonces, en el arte de seguir a sus entrañas con la constancia que le caracterizaba. Especialmente se esmeraba en oir a sus vísceras cuando la decisión a tomar era de importancia. Paulatinamente, lo que empezó como una audición-escapada puntual, se convirtió en su segunda residencia. Profundizó en reconocer los rostros del enfado, el miedo y la tristeza y asistió a innumerables desfiles donde mostraban sus propuestas para cada temporada.
Doramas tomaba nota y así comprendió que las emociones en el verano lucían barnizadas por el supuesto tiempo libre que paradójicamente había de ser programado, en ocasiones, hasta el último segundo; en el otoño, la inspiración  frecuentemente diseñaba piezas de revoltura y nostalgia, con los atuendos de la huída hacia adelante; en el invierno las pasarelas se llenaban de trajes en modo pa’dentro, a menudo en un dos piezas (rutina y aislamiento); y la primavera solía presentar la colección desborde , con predominio de los tonos despertar.
Doramas  en su quehacer cotidiano, también percibía los hábitos emocionales que habían quedado demodé; y, como si de un coleccionista se tratara, disfrutaba con la presencia de los encajes de la ternura, el ala ancha del sombrero de la independencia solidaria o las alegres botas de aguas para traspasar los charcos del compromiso.

Doramas respiraba la vida gracias a su gran nariz, ese sutil instrumento de observación . ¡Y es que vivir, manda narices! Buena semana.


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