domingo, 2 de octubre de 2016

UNA CARTOGRAFÍA MUY PERSONAL

Tibiabin se despertó cinco minutos antes de que sonara el despertador. Se encontraba, aún, a medio camino entre el sueño y la vigilia. Tardó varios minutos en incorporarse física y mentalmente al nuevo día.
Tibiabin sentía su cuerpo descansado a pesar de que el recuerdo de lo soñado le producía un gran agotamiento emocional. A veces, dudaba del grado de veracidad atribuido a lo cotidiano  pues, para ella, corría parejo a lo onírico. En su adolescencia llegó a desear no soñar, o al menos, no recuperar el más leve vestigio de lo soñado. Era tan intensa su desconcertante actividad mental mientras reposaba en la horizontal, que hubo de transcurrir mucho tiempo para reconocer el diamante en bruto que se le ofrecía al alcance de su mano cuando el día se marchaba; con la caída de párpado, se subía el telón de una nueva mirada.
Tibiabin coleccionaba alifafes. Su entorno  asumía este hobby con total naturalidad sin que los amagos diversos que padecía fueran motivos de alerta.: contracturas, esguinces, dolores musculares, leves o moderados que le hicieron recorrer sendas escarpadas en busca de la salud perdida. Cada sanación era interpretada por ella como una victoria en su particular sendero de gloria.   
Tibiabin, confundida a la hora de distinguir el territorio vital con su memoria, consideró llegado el momento, de retratarse en lo que denominó su cartografía personal. Consistía esta aventura en fijar, foto a foto su andar diurno y nocturno, y así apuntó con el objetivo al balcón de su dormitorio y en el momento de irse a dormir…disparó la cámara. A partir de este momento igual ritual celebró cuando estrenaba cada día. 
Tibiabin empezó, de esta forma, la colección protagonizada por un balcón observado a la luz de la luna, a la luz del sol, en la claridad, en la oscuridad, en el fin que genera un comienzo y en la apertura nacida de la clausura. Y si el  contemplar un objeto lo modifica, modificar la contemplación elevó a la enésima potencia dicha transformación.
Tibiabin, con el tiempo, imagen fija a imagen fija,  foto a foto, confeccionó un atlas del abrir y cerrar, de sus luces y sombras, que compartió  con el senderista que anduvo por su corazón y lejos de ser turista ocasional, resultó viajero y aventurero apasionado. 

Tibiabin comprendía el mundo sabiendo que aunque mostrara su rostro  transparente u opaco, existe también lo traslúcido Buena semana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario