domingo, 23 de octubre de 2016

nº 172. EL VALOR Y EL BRÍO DAN AL AMOR SU PODERÍO.

Armiche tenía una relación de  fascinación con la imaginación. Donde otros veían rutina, él contemplaba brotes de fantasía que trocaban lo insulso en pasión.
Armiche ignoraba que vivir lo cotidiano como prodigio no era una apuesta popular y le costaba entender el pesar aceitoso del aburrimiento que impelía a gran parte de sus conocidos a buscar el entretenimiento en las costas escabrosas de la intimidad ajena.
Armiche a veces sonreía y a veces reía a mandíbula batiente. Entrenaba diariamente  para ser más diestro en el ardilar una ocurrencia con otra o en realizar un  particular y solitario crucero por las décadas vividas. Se sumergía en las profundidades oscuras, pertrechado con  linterna abisal para traer a la luz a aquellas criaturas que nadaban impasibles, en su interior, ajenas al sol que brillara en la superficie.
Armiche también se veía reflejado en aquellos freakers atemporales cuando el Polifemo de la desesperación le guiñaba, a lo grande, su único ojo; o cuando la  traición, el abandono y  la incomprensión salían de su cueva, , en modo cabello con peinado serpiente, adornando  el rostro paralizante de Medusa.
Armiche viajaba, de vez en vez, al continente donde las fronteras entre los países, Rabia, Miedo y Tristeza sufrían constantes cambios .A veces le costaba reconocer sus idiomas e incluso se desubicaba perdiéndose por los laberintos del dolor. Le resultaba especialmente gratificante realizar este tour en la época de lluvias, donde el llanto propio se confundía con el agua de las nubes.
Armiche aprendió de la anciana abuela que el verdadero poder lo otorgaba el amor quien la viejita entendía como valor y brío.
Armiche buscó el amor,  y lo encontró en unos labios que no buscaban ser entretenidos sino sostenidos.

Armiche cada día agradecía a su compañera, su compañía. Agradecía no tener que entretener, sino sostener. Agradecía tener …. amor propio y ajeno. Y así, cada día era un prodigio. Buena semana.



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