domingo, 24 de noviembre de 2013

NO SOMOS MACHOS, PERO SOMOS MUCHAS

Angustias se despertó en casa de su hermana, Leticia, una mañana soleada del noviembre  que  pondría el broche de oro a la trayectoria laboral de la señora Callejas. Así es como llamaban a Leticia en el instituto en el que trabajaba y así se reconocía ella: como una señora  aunque no se había casado; entendía la profesora que una vez certificada vía DNI su mayoría de edad, era un anacronismo ser nombrada como señorita .Inteligente y con sentido de humor había aprendido a disimular el profundo desprecio  que le producían los comentarios en esta dirección, que décadas tras décadas escuchaba  in crescendo, cuando se dirigían a ella, en un intento, por parte del interlocutor de turno (de eso sí era consciente) de hacer gala de  educación y delicadeza .Eran comentarios que, involuntariamente, la encerraban en el país de nunca crecerás, en el reino de las señoras a medio hacer y donde Leticia no  encontró jamás su lugar. No era mujer de diminutivos porque `si tenía que elegir, optaba por todo lo que ella consideraba que la hacía creer y por tanto mayor, lo cual no era un daño colateral sino la consecuencia lógica del paso del tiempo. A base de ensayo y error (reconocía que mas de errores que de ensayos)  descubrió que aunque compartía el planeta con objetos inanimados y otros seres vivos (vegetables o animales) ella, al ser persona,  se diferenciaba  de aquellos porque su vida se revestía con los ropajes de la valoración, el compromiso, la creatividad y la libertad, es decir, con las telas de la dignidad. Por eso cuando hablaba con su hermana Angustias no dejaba pasar ocasión para comentarle  que, por ejemplo, le encantaría disfrazarse en carnavales  del personaje popularizado por Tyrone Power y después por Antonio Banderas y Catherine Z Jones, pero que seguramente  si le preguntaran por su disfraz y ella dijera que le divertía ir  vestida de zorra tendría que aguantar miradas, gestos, palabras y desgraciadamente alguna agresión porque supuestamente habría dado vía libre al atentado contra su integridad física o mental.
Angustias  la escuchaba, la quería y casi la entendía pero le parecía que tenía una mente demasiada rebuscada. Ella utilizaba el arte para transitar los caminos secundarios que permiten contemplar el paisaje desde otra óptica, con una distancia que posibilita el control. Aun así la admiraba y pensaba Angustias que su hermana Leticia solo unos años menor, no dejaba de sorprenderla; así   recordó cómo apuntaba maneras, cuando siendo una prometedora  estudiante de matemáticas, utilizaba un lema que durante años repitió y que por alguna razón le vino a la cabeza esa mañana de noviembre con el sol como invitado a desayunar. La consigna decía “A la lucha, a la lucha, no somos machos pero somos muchas”. Angustias dio gracias a la persona anónima que tuvo la feliz idea de juntar una preposición, dos nombres, un  verbo, un adverbio, un artículo y una conjunción adversativa para construir un coselete protector que impida que cualquier persona (por ahora  en un 95% de los casos  mujer) sea considerada un objeto al que se le puede infligir cualquier maltrato físico, psicológico, económico, sexual o social tal como si de una cosa se tratara.

Angustias paseó con Leticia. Dos hermanas, dos señoras, dos mujeres, dos personas. Eran dos …. pero  en realidad eran muchas. Buena semana.



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