domingo, 17 de noviembre de 2013

GUERRA, CROQUETA……….. DEFINICIÓN

  Angustias escuchaba una versión de “La mujer del soldado” de Kurt Weil en aquel bar de reciente inauguración. Al compás de la desgarradora por  erótica y tanática voz de Miguel Ríos, repasaba en el poema cantado, los regalos recibidos por las esposas fieles de soldados muertos en los mas variados países: unas botas de piel de Praga, un retal de visón de Oslo, un sombrero holandés de Ámsterdam, un brocado de tul de Bruselas, un vestido de seda de París, un blusón chillón de Bucarest y un velo de funeral de Rusia. Le pareció ingenioso que la lealtad marital se recompensara con prendas de vestir propias del lugar de la contienda y en eso estaba cuando en la mesa de al lado una mujer de unos 60 años comentaba a su interlocutor, una generación menor, que ella llevaría dos bandejas de croquetas de pollo a la fiesta que algunos compañeros de trabajo estaban organizando para festejar el cumpleaños de Manuela, la telefonista adicta al chicle. La señora explicaba , sin complejos en cuanto al tono de voz, que en las Navidades pasadas, ante el regreso del hijo que estudiaba en otra ciudad, había dedicado una mañana entera a preparar el plato favorito de su retoño: croquetas de pollo. Y allí estaban esas pequeñas bolas amasadas con el cariño maternal invadiendo el congelador familiar prestas a dar la bienvenida al joven .Volvió el vástago en diciembre y a la hora de la comida se dirigió a su madre con una solemnidad impropia de su edad.
-“Mamá, me he dado cuenta de lo importante que es definirse y yo me estoy definiendo”- expresó claramente el joven.
-“¡Es maricón! ¡Y yo sin haberlo notado! - enlazaba una sorprendida, comprensiva y bloqueada máscara que envolvió el rostro de su progenitora.
El muchacho continuó su discurso con la circunspección que imprime comunicar algo de vital y personal importancia, aclarando qué era eso de la definición.
-“Me he propuesto definir mi cuerpo por lo que no voy a comer grasas saturadas, comidas basuras, fritangas: solo me alimentaré con comida sana y me tomaré los complementos que compro en el gimnasio al que voy. Así que para cenar….nada de croquetas.”
La frustrada top chef de andar por casa se vio abocada, en las siguientes estaciones, a una dieta en la que día sí, día también la figura estrella era la croqueta de pollo. Por eso en pleno noviembre le sentó como agua de mayo la oportunidad festiva para dar salida a tanto pollo revuelto en harina, leche y cebolla (mas su ingrediente secreto) que esperaba en el frigorífico el momento del deshielo.
Angustias se echó un buche de carajillo en honor a la tarde otoñal y el calorcito que sintió bajar por su esófago dio paso a una catarata de sensaciones por donde se deslizaban obsoletas croquetas, gélidas habitantes de un paraje oblongo, tabletas de chocolates que no eran de la marca Tirma sino que diseñaban el vientre masculino y esposas en modo Penélope, consortes viudas del cosmopolitismo bélico. Y cuando el café con coñac se zambulló en el estómago, Angustias se dijo “Hay que fastidiarse con la semántica”. Buena semana.







2 comentarios:

  1. Angustias, tu hijo pasará esta fase de definición y verás como volverá a casa a pedirte croquetas de pollo para comer, como cuando era niño.
    Por cierto, me gustaría que me invitaras a comer unas croquetas de esas, deben de estar riquísimas.

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    1. Manu, no se trataba de alguno de mis hijos sino del de una mujer que estaba al lado mío y que al hablar tan alto no me quedó mas remedio de enterarme de su conversación. De todas formas me parece que vista la historia, esa madre despachará la definición de su hijo tan inteligentemenete como lo hizo con las bandejas de croquetas.
      Por cierto, a mí también me salen bien así que cuando quieras...comemos, je, je.

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