Angustias al evocar el primer día de clase, cuando
iniciaba la Primaria, dudaba entre si llegó tarde o si se perdió la explicación
de la profesora sobre las normas del aula. Lo que sí recuerda es que el
comienzo en la nueva etapa educativa estuvo marcado por el desconcierto y la
obediencia en el sentido mas literal de la palabra.
Revive Angustias su lugar en la clase, organizada por
orden alfabético, lo que la situaba en torno al ecuador de mesas y sillas
geométricamente dispuestas.En un momento determinado la maestra da una orden
que desató en Angustias un problema de comprensión que fue a posarse sobre su
cabeza.
"Cierren la cremallera"- retumbó la voz por encima de las alumnas
recién incorporadas a la instrucción académica.
Angustias, igual que los primeros científicos, primero analizó su entorno y
como su estuche de lápices era una caja de madera que había sido el envase del
dulce de guayaba que tanto gustaba a su familia y su maleta era un macuto con
botón y ojal como cierre, también de forma semejante a los incipientes investigadores, en un segundo momento, se volvió hacia sí misma y encontró en
el lateral izquierdo del uniforme la única cremallera que debía ser la
destinataria del mandato.El caso era que estaba cerrada, (como era normal) pero
al menos a Angustias le resultó un alivio haber entendido qué tenía que
hacer.Pensó que se trataría de que se guardaran las formas en el vestir y continuó
atenta y sonriente a las explicaciones que brotaban desde la tarima.No fue tan
sencillo acatar la contraorden que se produjo varios minutos después, por parte
de la autoridad educativa. "Abran la cremallera", fue la oración
directiva y en este momento un gigantesco signo de interrogación ocupó el
espacio de la niña de 8 años que pugnaba por dar sentido a lo que estaba
escuchando.Desde la infancia Angustias tenía cierta inclinación por encontrar la
finalidad,real o ficticia, de la realidad.Y por esto estaba desconcertada.Pero
como en ese espíritu curioso podía mas la obediencia hete aquí que Angustias se
bajó la cremallera del traje(que llamaban piche) como una disciplinada
acólita.No observaba movimientos similares a su alrededor pero no le importó de
tal manera que se pasó sube y baja gran parte del horario escolar hasta que la
mímica le salvó de ese automatismo majadero. La maestra señaló, a modo de
recordatorio, con un gesto que recorría los labios, la apertura y clausura del
hablar.Era la señal acordada para mandar a callar o dar el turno de palabra.
Nuevo alivio para Angustias que al fin comprendió y para la cremallera que
siguió cumpliendo su cometido desde la verticalidad.
Y es que para poder hacer algo, primero hay que tener muy claro qué es lo que
hay que hacer, el cómo ya es harina de otro costal .Buena semana.
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