Angustias se incorporó a la fila única que formaba una
cola mediana en la pequeña sucursal bancaria.Su tarjeta de débito (que no de
crédito a la que por principio se negaba) resultó inoperativa en las dos
últimas compras lo que además del inherente contratiempo, la sumió en un estado
de rabia porque no hacía tres semanas que hubo de solicitar otra por un
supuesto deterioro en la banda magnética.Le llegó el turno de ser atendida y
con toda la calma de la que fue capaz expuso ante el gestor del capital la
situación.Buscaba saber dónde estaba el problema que parecía desactivaba el
valioso rectángulo. Tras cavilaciones varias, el burócrata de las cuentas
aclaró a Angustias que su tarjeta había superado el límite permitido de pagos
mensuales,independientemente de que hubiera dinero en su cuenta.Angustias,
sorprendida, aprendió que podía disponer de su dinero a través de la tarjeta
hasta un tope fijo cada mes, del que, curiosamente nadie le había informado,
práctica bastante habitual en estos parajes económicos. Quiso creer que porque
se le presuponía lo suficientemente inteligente como para adivinar lo que no se
le decía con la antelación suficiente a cualquier acción que le incumbiera,
porque lo otro había sido sentirse totalmente anulada, mas que la tarjeta ( ya
se sabe que eso tiene las creencias, su autoconstrucción es su fundamento
eficaz). Rió porque la habían llamado alguna vez bruja pero nunca vidente y
menos en el contexto financiero.
Pensó que realmente el mundo funcionaba al revés de la lógica y retrocedió en
el tiempo a una tarde de noviembre, a un puente que unía dos barrios urbanos
separados por un barranco, al que los del lugar llamaban el Barranquillo y
recordó la figura de un anciano, mirada diamantina, brazos asidos a la sólida
barandilla y cabeza negando una y otra vez. Su vecino Simeón cuyos brazos y
piernas anormalmente cortos en relación al tronco y cabeza eran la herencia de
un enanismo del tipo androplásico, se situó junto al viejo y le preguntó por la
causa de su expresión de desconcierto.
El hombre solo dijo: "me desperté a las 7 como cada mañana y en vez de
hacerse de día, está oscureciendo.El cielo va al revés. " Simeón,
disimulando su risa comprendió que lo que el viejo entendía como sueño nocturno
había sido una siesta prolongada y de ahí su perplejidad.Con paciencia llevó al
despistado longevo a su casa donde Angustias lo recibió con un "¿Dónde
estabas abuelo?."
Angustias saliendo de la entidad bancaria tristemente ascendida a la categoría
de oráculo de Delfos ,pensó que las sensaciones son esclavas de las palabras
que le dan sentido y que por eso era necesario estudiar muchísimo para
comprender,era necesario estudiar muchísimo,era necesario estudiar, era
necesario, necesario... Buena semana.
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