Angustias se fundió en un cálido
abrazo con Marcela, su compañera de
trabajo de otra época que amaba los boleros tristes y siempre sufría por amor.
Se habían encontrado por casualidad en una cafetería con nombre de conversación inteligente, “La tertulia” y fueron envueltas
por la emoción durante el tiempo que
duró la charla en torno a un capuchino cremoso.
Angustias le contó su matrimonio
con Luis y el nacimiento de sus tres hijos así
como la imprevista muerte de su esposo. La expresión de Marcela reflejaba cada uno de los episodios narrados
por su amiga y sus ojos almendrados pasaron de ser brillantes ciruelas a convertirse en castañas
llorosas que miraban hacia la tristeza
que navega a la deriva por la curva
descendente de su boca.
Llegó el momento de que
Marcela hiciera la puesta al día de su biografía .Empezó por
darle ánimos a su antigua compañera explicándole con un histriónico y
misterioso gesto que estaba segura de que le esperaba una época feliz porque
ella veía el aura de las personas y la de Angustias estaba muy limpia,
blanquísima, no como la de la camarera que les había servido . La bendecida con
tal higiénico halo pensó que había cosas que no cambian ya sea buscar el sentido de la vida en objetos y
palabras (materiales o intangibles)
externos a la persona , como el
derroche de bondad (eficaz o torpe). Así era su Marcela y así ella la quería.
Marcela hizo el recorrido por sus
amantes mas notorios y reservó un capítulo aparte para el que llamó “el de los
ojos de gremlin de la buena suerte” y que
le dejó un hijo como recuerdo perenne; cada vez que contemplaba
a su vástago, Marcela recordaba
la expresión apasionada y vivaz del padre de la criatura. Lástima que una boa
se escapara del zoológico y lo encontrara tan suculento como a ella siempre le
pareció. ¡Cuánto sufrió Marcela!. Pero como no era mujer que hiciera del desaliento marbete
buscó consuelo a tanto dolor en compañía de sus iguales y así conoció a los
anónimos, gente grande pero no de grandes
titulares, con los que descubrió que no tenía voluntad mas allá de una pareja,
del chocolate, del trabajo, los boleros y finalmente de las canciones de Romina Power y Albano. Se reunían los
viernes y durante hora y media era respetada en su decir y ella escuchaba con
atención los avatares de la vida de diez desconocidos que” buscaban en Sherazan
la verdad” y para quienes un trago de vino en el camino era la felicidad”.
Reconocía el grupo que la separación artística y personal de la pareja le
supuso trabajar duramente en muchas reuniones pero que al final
entendieron que en toda situación “hay que acordarse de llevar, maletas llenas
de amor”.
Angustias y Marcela apuraron sus cafés con crema,
chocolate y canela. Se despidieron con un cálido estrujón y los ojos de Marcela
se tornaron pistachos que dejaban entrever un verde no de
esperanza, sino lo siguiente.
Angustias anduvo hasta su coche y
pensando en Marcela se sorprendió tarareando los versos que sentenciaban “tu mirada
inocente entre la gente , la felicidad” con marcado acento italiano . Buena semana.
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