domingo, 10 de noviembre de 2013

EL ROBO DEL TANGA ROJO

Angustias tenía 57 años.Esa tarde rondaba una tienda cuyo rótulo exhibía una cantidad de dos cifras que besaba la centena. Paseaba calle arriba, calle abajo hasta que empujada por el recuerdo del ímpetu de las hormonas que otrora la habitaron, entró en el establecimiento cuya música alegre aligeraba las compras.Angustias enfiló la sesión de ropa interior y como si de una espía en peligrosa misión se tratara, atisbó su objetivo, justo en la estantería final del pasillo central.Continuó su andar sigiloso aparentando una tranquilidad que estaba lejos de sentir y al alcanzar la meta, alargó el brazo derecho y atrapó (los dedos como garras) un tanga rojo.Con el trofeo en la mano pensó que solo restaba abandonar el establecimiento y se puso en la fila para pagar la pieza, ignorando su importe, dado lo rápido de su adquisición.Cuando le llegó el turno, la cajera, tras rebuscar por los mínimos confines textiles, se acercó al micrófono, apagando los acordes de una bachata en la que un enamorado aseguraba que su amada era un manantial en el desierto. Durante unos instantes que para Angustias fue un eterno calvario, quedó comprobado el buen funcionamiento de la megafonía y la falta de profesionalidad de la encargada del etiquetado de prendas.
- ¡Juaniiiiiii..... mira a ver el código de este tanga ! - dijo la cajera enarbolando el triángulo para que fuera visible a su compañera que estaba atendiendo en la sesión de deportes, tres pasillos a la izquierda. Juani, si bien tenía buen oído, padecía una importante miopía que ella había decidido ignorar a favor de la estética por lo que se acercó a la caja trayendo un surtido de braguitas trianguladas de diversos colores y estampados entre los que destacaba el de leopardo y el playboyesco.
Angustias no sabía si el color de su cara había pasado de carmesí a marrón pero sí tenía claro que se podría freir un huevo en cada una de sus mejillas.Recordó la apuesta con sus amigas y se juró que la próxima vez se tragaría la lengua antes de hacer lo primero que le saliera del tálamo.
Por su parte, Juani experta en todo lo ponible explicó a Angustias y a toda la cola expectante que se había formado tras de sí, las ventajas y desventajas de la tela tapaverguenzas, sobre todo lo referido a la atención especial que requería el mantenimiento de una depilación regular y la familiarización con las tiranteces del atavío.
Angustias salió del comercio con la pequeña bolsa margullando en el sudor de sus manos , riendo y llorando a un mismo tiempo, mientras pensaba que todo intento requiere valentía en el aprendizaje de nuevas destrezas y en la adaptación a nuevas posiciones.Y así confirmó algo de lo que tenía un poco mas que una ligera sospecha: ella era una mujer valiente.Buena semana.


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