Angustias respondió a la llamada telefónica de
aquel domingo desatinado de un septiembre cruel. El mensaje, afilado, gélido,
incisivo, fue una faca que al desenvainarse robó el tiempo, sisó el aire, abrió
un precipicio a sus pies donde rodó por un infinito talud: Luis, su marido había
muerto en un accidente de tráfico. Había realizado un adelantamiento imprudente. Tenía prisa. No pudo esperar. A pesar de su pericia en
la conducción, no pudo controlar la maniobra y en cuestión de segundos.....
dejó de ser.
Angustias también dejó de existir, si bien su
presencia contradecía su real ausencia. Empezó a morar en una realidad paralela
en la que las tareas cotidianas se volvieron escenas lejanas, monótonas, mudas
y en tonalidades grisáceas como si de una rudimentaria y siniestra película se
tratara.
Desde que unificaran trayectorias, Angustias no se
imaginaba la vida sin Luis y ahora, de repente....no estaba. Así de
impactante pero real. Trastocado el orden temporal, Angustias lloró, chilló,
tristeseó envuelta en el negro del dolor y el púrpura de la desesperación.
Recordó a Benedetti en aquel poema "Cuerpo docente" y se mudó a sus
dos primeros versos, "Bien sabía él que la iba a echar de menos/ pero no
hasta qué punto iba a sentirse deshabitado", recorriendo cada una de las
estancias en un andar continuo y desgarrador.
Cuando no hubo lágrimas que ofrendar, ni chillidos
que vociferar, cuando los ropajes de la desolación quedaron hechos jirones
....solo entonces, Angustias, años después, reflotó, ave fénix aun oliendo a
chamusquina, esqueleto de piel tatuada con los grafitis de la negación, la
tristeza, la rabia y finalmente la aceptación.
Pero hasta llegar a ese momento, el desconcierto,
la gelatina que amarga la serenidad,
convivió con el devenir automatizado de
la vida de Angustias: sus hijos reclamaban el cuidado; su trabajo, la eficacia;
su cuerpo el alimento y el sueño; solo su corazón se mantuvo anestesiado
renunciando a ir mas allá del sístole y el diástole, imprescindibles para la
supervivencia.
Lejos estaba aun Angustias de experimentar que el
espacio en el que Luis no estaba, cada noche, en la mitad izquierda de su cama,
sería ocupado por otro cuerpo, de diferente orografía en la que, no obstante,
saciaría su sed, se cobijaría tiernamente y saltaría a profundos y placenteros
abismos, antes de que el sol inagurara un nuevo día. Lejos estaba aun Angustias
de recolocar las palabras del poeta y así entender que, aunque "todo
queda........ todo pasa". Buena semana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario