domingo, 10 de noviembre de 2013

EL INNECESARIO DOLOR DE LAS PROSPECCIONES PETROLÍFERAS

Angustias había terminado de aplicar una capa de esmalte antioxidante a una de las puertas delanteras del coche familiar y tras atender una llamada telefónica urgentemente afectuosa, continuó con su rutina diaria olvidando la brocha sumergida en media botella de plástico, improvisada piscina en la que bucear. Dos días mas tarde, Angustias asumía que el grueso pincel sería conducido al punto limpio del pueblo como su última morada. Se congratulaba de que la materia gris de los servidores públicos, elegidos democráticamente, hubiera gestionado eficazmente la creación de un espacio que abarcara los colores del arcoiris y trazara rutas circulares por donde transitar la Naturaleza en sus múltiples manifestaciones. Contemplaba esos terrenos del reciclaje, testigos discretos del desgaste humano pero que como ave fénix, renacían con generosidad y utilidad .Miraba el mar, imposible de obviar pues Angustias residía en el litoral y amaba profundamente la visión de esa colcha azulada y dinámica, a veces plácida, otras aguerrida, pero siempre tan refrescante como el hierbahuerto en el té o el cardamomo en el café.
Había decidido, décadas atrás, ser acólita del sol, el viento, el agua y la tierra que, como decía el sabio clásico, Empédocles, son el origen y constituyen toda la realidad. Y también había entendido, como asimismo sentenciaba el pensador de Agrigento, que las dos fuerzas que actúan sobre los cuatro componentes esenciales son el amor, que une y el odio, que separa.
Por eso, Angustias sufría una fuerte descomposición anímica cuando escuchaba la expresión "prospecciones petrolíferas", porciones de comida basura que como tal, maquillaban su origen y su finalidad, produciendo, eso sí, pesadas indigestiones, con el consiguiente e innecesario dolor.
Angustias no quería que el lugar que le brindaba cada día la posibilidad de existir, se transformara en una ciénaga tan incierta, corrosiva y yerma como el placer nacido en el dolor ajeno.
Angustias no quería que las inversiones públicas en energías de origen fósil (carbón, gas, petróleo) vistieran el maillot vencedor (amarillo en Francia, rosa en Italia, rojo en España), dejando en un rezagado pelotón secundario el desarrollo de alternativas térmicas, hidraúlicas y eólicas.
Angustias no quería que la estulticia de líderes mezquinos abriera pozos de fuego sobre el mar de la confianza en los gestores de lo público, en la justicia del bien común, valores que, por algún extraño sortilegio, propio del mas cutre y obsoleto cuento infantil, parecía que hubieran sido borrados de la mente de los próceres de la nación por siniestros seres diabólicos.
Angustias se decía que tal desastre, va a ser que no .¡Qué demonios! Buena semana.




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