domingo, 10 de noviembre de 2013

DE LA ESPERANZA A LA FUNESTA PATRIA PÓSTUMA

Angustias dejó de leer El gatopardo, espejo  de un modo de habitar, de pensar y de sentir, aparentemente en decadencia.   El autor Giuseppe Tomasi de Lampedusa, por boca de Don Fabrizio afirmaba que cuando se quiere que todo permanezca igual, hay que cambiar todo y Angustias constataba que en el principiar del siglo XXI dichas palabras eran de una asombrosas actualidad. El fin de semana anterior, viendo la televisión junto a su hijo Javier supo del hundimiento de una patera en las costas de Lampedusa.  Al vástago de Angustias le vino a la memoria el recuerdo de un compañero que , años atrás,  compartiera aula en el instituto, tras sobrevivir a un naufragio y que concluido el periodo escolar,  había desaparecido en el potente disolvente del anonimato. Angustias  rememoraba  también aquella época con imágenes dantescas donde cuerpos de pieles  blanquísimas o hermosamente doradas y cabellos rubios naturales o de bote compartían lecho arenoso con cadáveres de piel color de ala de cuervo. Le resultaba funesto que mares y océanos civilizados  se hubieran convertido en la patria póstuma de cuerpos  inertes, exiliados, que, aunque compraron billetes para el navío Esperanza, terminaron realojados en andas, postrera residencia donde al fin obtuvieron el codiciado derecho a la ciudadanía en una líquida, fría y salada nación. En la tragedia de Lampedusa, los supervivientes serían repatriados a su infierno de origen; los muertos, automáticamente se convertirían en ciudadanos-zombies legales.
Una vez mas, el mezquino absurdo omnipresente que se sustenta en el poderoso Don Dinero, justificador que enarbola la bandera de la justicia insolidaria, enfermizo como el color  ceniciento, grisáceo, amarillento y pajizo del rostro que aloja  restos de una quimio arrasadora, son las señas de identidad de una humanidad civilizada donde se confunde la asertividad con el mas pueril egocentrismo, que no por infantil es menos dañino, donde la eficiencia solidaria es rara avis, donde la exitosa gestión de lo público brilla por su ausencia, donde el disenso se entiende como manía persecutoria y donde el poder es el fin y no el medio para mejorar este planeta que, recibimos en herencia  convaleciente y  estamos rematando en una lenta agonía.
Javier era docente, amaba el arte de enseñar, de llenar lo vacío, de crear en la nada, de transformar la oscuridad en la luz. Por eso le intrigaba la vida (propia y ajena)  y se preguntaba con cierta frecuencia ,cuál sería el paradero de aquel compañero de años atrás cuya piel era de color ala de cuervo.Buena semana.






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