domingo, 10 de noviembre de 2013

LA PITÓN: ¡JODIDO ANIMAL, YA ERA HORA DE QUE ME DEJARAS TRANQUILO!

Angustias tomaba su té blanco de manzana mientras leía el periódico.Era una mañana de canícula que amenazaba derretir el alquitrán de las carreteras. Mientras dirigía su mirada al kiosko modernista que estaba en la acera opuesta observó que una mujer regresaba del mercado tirando del carro, objeto, durante un tiempo denostado pero que había vuelto a a ser fiel compañía a la hora de ir a la compra desde que se empezó a cobrar las bolsas.Angustias contemplaba la figura madura cuando la señora fijó la mirada en lo que creía la cola de un perro que se revolvía entre las plantas a su derecha pero que en un santiamén se presentaba como una culebra inmensa que la escrutaba desafiante en una posición de contorsionista experimentada. Soltar el carro, gritar, dar unos pasos hacia atrás, volver a chillar, levantar los brazos, fueron secuencias que parecían sucederse casi simultáneamente. No pasaron diez minutos cuando se había congregado un grupo de curiosos, opinadores y expertos en hablar de nada en torno a aquel bicho que se atrincheraba en un lateral del parterre en el que se había quedado enganchado. LLegó la policía gracias a que el móvil y el sentido común de la dueña del estanco que se encontraba en el lugar, pudieron mas que la necia, por paralizante, curiosidad del resto. Dos horas mas tardes, tras el arribo de las autoridades municipales y después del lexatin de 1,5 mg que fue ingerido por la señora aterrorizada y que había vuelto a agarrar el carro, la situación pareció aclararse: el animal era una serpiente pitón que convivía con su dueño, un muchacho de 20 años, la madre del chico y el abuelo, que tenía perdida la cabeza dado lo avanzado de su edad. Fue precisamente este, harto de que el bicho se paseara a sus anchas por el salón quien, en un arrebato de inconsciencia consciente, lanzó al ofidio por la terraza del cuarto piso donde vivía la familia de acogida del reptil. El problema era que el áspid, que la madre llamaba Encarni porque el hocico le recordaba a una prima de igual nombre , carecía de identificación oficial porque su dueño no se encontraba en el país al estar de vacaciones en un paraje lejano y los documentos que acreditaban la legalidad de la estancia de la sierpe en el cuarto piso de 60 metros cuadrados, estaban en paradero desconocido, dentro de los intrincados confines de la habitación del joven.. Así que Encarni, que en realidad se llamaba Ángela (en recuerdo de un amor del joven propietario) pasó a estar a buen recaudo en las dependencias del Estado, como correspondía, según la triste legislación vigente de los países desarrollados, a los sin papeles.Cerca de allí, desde el balcón de un cuarto piso, una figura desgarbada sonreía al tiempo que decía entre dientes: "¡jodido animal, ya era hora que me dejaras tranquilo!."
Angustias mientras hacía a un lado los restos de la tercera taza de té, acompañamiento del improvisado espectáculo y reconvertido en aguachirles tras tanta colaciones, pensaba que una vez mas la Fantasía había sido superada, con creces, por la Realidad.Buena semana.






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